Popayán, historia y cultura

Federico Roa Arboleda nos ilustra sobre “los recuerdos de la Casa Caldas” en su comunicación adjunta, que complementa la nota anterior distribuida por esta Red y escrita por su hermano Pedro Agustín. Agradecemos de manera muy especial a Federico el participarnos de este hermoso e interesante relato protagonizado por Baltasara Caldas..

RECUERDOS DE LA CASA CALDAS

De: Mario Pachajoa Burbano

Con relación a la breve nota sobre doña Baltasara Caldas y Tenorio, podría ser de interés algunos datos sobre don Jorge (George) Wallis, de quien ha escrito el historiador alemán Hermann A. Schumacher en “Caldas un forjador de la cultura” y el enviado británico John P. Hamilton en Visión inglesa del Popayán republicano. Anexo una curiosa anécdota de familia cuando la casa Caldas, entonces propiedad de la familia Arboleda Quijano fue visitada por súbditos ingleses.

Recuerdos de la Casa Caldas – -George Wallis-

La casa de los Caldas patrimonio histórico de su ciudad y de todos los colombianos guarda el afecto y la memoria de una ilustre familia de ascendencia gallega progenitora del primer científico neogranadino. Habitada por dos generaciones de la familia Caldas pasó por matrimonios sucesivos a los Quijano Wallis y a los Arboleda Quijano, siendo la familia Arboleda Quijano su úlltima propietaria, hasta cuando en los años cincuentas fuera declarada patrimonio nacional y se la vendiera al municipio. Sus múltiples historias y tradiciones orales hacen de aquel lugar un sitio mágico que bien vale la pena recordar.

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Interior de la casa Caldas

Una de estas historias hace referencia al tiempo en que en ella vivía don Gregorio Arboleda Torres, hijo de don Manuel Antonio Arboleda Arroyo (tío de don Julio y don Sergio Arboleda ) y su esposa doña Eusebia Torres Prieto, hija del Prócer y primer Presidente de las Provincias Unidas Dn. Camilo Torres Tenorio. Don Gregorio Arboleda estaba casado con doña Sofía Quijano Wallis, hija del político y estadista liberal don Manuel de Jesús Quijano y Ordoñez de Lara, amigo muy cercano del General Tomás Cipriano de Mosquera en lo personal y lo político. La casa era en ese entonces un lugar casi sagrado donde se habían reunido recuerdos y pertenencias de quienes sin duda son los dos próceres de mayor significacia en en Popayán en tiempos de la independencia y en primerísimo lugar en la construcción de la nacionalidad y las ciencias en el surgimiento de la nación democrática.

Así las cosas, escuché de niño a mi mi abuela materna que en una ocasión visitaron a Popayán un grupo de ingleses cuyos nombres no quedaron grabados para la historia, y habiéndose despertado en ellos el interés por conocer el lugar de nacimiento del célebre neogranadino, Francisco José de Caldas, solicitaron a sus dueños una corta visita. Gregorio y Sofía difrutaban como anfitriones y encantados mostraron al grupo cada uno de los espacios y sus respectivas anécdotas. Fue así como los ilustres extranjeros conocieron el bloque de piedra que sirvió de base a los instrumentos científicos localizado en el patio central, el gabinete de trabajo de Caldas (que quedaba justamente al lado de la entrada de la casa), la biblioteca personal del sabio con sus manuscritos y mediciones barométricas, los libros de botánica que el naturalista sueco Linneo, había regalado a Caldas con su firma autógrafa; apuntes con mediciones barométricas y de la flora y geografía locales, algunos otros libros curiosos de menor importancia, así como reliquias de la familia Arboleda y Quijano como la primera edición de las genealogías de Juan Flórez de Ocariz, libros de los Ruiz de Quijano (Quijano) expedidos por el cronista Rey de armas, don Ramón de Zazo y Ortega,etc.

Habiéndo entrado al salón de la casa, que solo se habría en ocasiones especiales, pudieron admirar maravillados los diferentes daguerrotipos y retratos al óleo de las diferentes generaciones de la familia. Paso a paso don Gregorio y doña Sofía (mamailla) enriquecían de anécdotas cada uno de los objetos y cuadros que allí se encontraban. El ambiente sobrio y elegante fascinó a los ingleses, haciendo que uno de ellos se adelantara unos pasos de más para observar los siguientes cuadros y en especial uno que definitivamente había llamado su atención. Al aproximarse el inglés a dicho cuadro exclamó en voz alta y con gran reverencia – Oh, Wellington , Wellington! Y llevando la mano a su pecho se inclinó con gran respeto. Tanto el otro grupo de ingleses así como también don Gregorio y doña Sofía asombrados se miraron una y otra vez tratando de comprender las frases sueltas de aquel visitante que había creido encontrar en el retratado a Sir Arthur Wellesley, primer Duque de Wellington, vencedor de Napoleón en Waterloo. Doña Sofía se aproximó al inglés y le comentó: Es mi abuelo materno, el doctor George Wallis, nacido en Tumbridge, condado de Kent y esposo de doña Baltazara Caldas y Tenorio, hermana menor del sabio. Pequeñas sonrisas y comentarios acerca del parecido físico no se hicieron esperar y así aprendieron también acerca de uno de los mejores amigos del Sabio Caldas, cuya corta biografía quedara para la posteridad en el relato conocido como visión inglesa del Popayán Republicano- del también inglés John P. Hamilton, que me permito transcribir por su importancia histórica.

Sobre George Wallis escribe Hamilton:

<<Veintitrés años antes, más o menos el doctor Wallis (escribe Wallace, siendo como lo anota mi hermano, en inglés británico la misma pronunciación, y origen del apellido, pero con el tiempo su ortografía varió en Escocia, Wallace, nombre que llevó a la cumbre de esa nación bajo William Wallace, conocido personaje de la historia y legendario héroe nacional; y en Inglaterra, Wallis), viajaba como cirujano a bordo de un buque de guerra inglés que hacía rumbo a uno de los pequeños puertos de la pequeña república de Guatemala. El doctor acompañado de un guardiamarina y de un piquete de tripulantes, desembarcó en la playa para divertirse haciendo tiro al blanco en algún lugar que había sido frecuentado en excursiones anteriores.

Los nativos creyendo que se trataban de gentes distintas de las que antes habían tratado, se tendieron en emboscada cerca del sitio donde los ingleses habían desembarcado en otras ocasiones y, cuando el doctor y sus acompañantes habían penetrado algún trecho tierra adentro, abrieron nutrido fuego sobre ellos. Fue general y nutrida la fuga para coger el bote que desgraciadamente, los marinos encargados de su custodia habian alejado de la playa a fuerza de remo. Al oir el tiroteo el doctor corrió a la orilla para alcanzar el bote nadando, pero sintiendo que las fuerzas flaqueaban, hubo de volver a tierra donde fue tomado prisionero junto con el guardiamarina y dos o tres de los marineros. Posteriormente el doctor fue enviado a Panamá y de allí a Guayaquil donde debía tomar pasaje para que, dando la vuelta al cabo de hornos, llegara a Cartagena, lugar donde se solía hacer el canje de prisioneros.

Estando en Guayaquil el doctor oyó decir que en las inmediaciones de la población de Loja a solo tres jornadas de distancia, se hallaba almacenada gran cantidad de quina y obtuvo permiso del gobierno español de la ciudad nombrada para ir a examinarla.

La entrada a esta casona consta de un portalón sin postigo adornado con piedra cantera y ladrillo a la vista. Esta conduce a un zaguán por el que se accede al patio principal.

En Loja el doctor Wallis tuvo oportunidad de tratar al sabio y famoso doctor Caldas, quien se había trasladado allí para realizar el mismo estudio junto con el de otras plantas de las tierras aledañas, y quien a la sazón sufría de fiebres recurrentes. El doctor Wallace ( Wallis) se apresuró a prestarle asistencia médica, y logrando restablecer su salud en corto tiempo, se dedicó a ayudarle tanto en sus investigaciones botánicas como en el arreglo de su colección de plantas. En corto tiempo se había cimentado tan estrecha amistad entre los dos hombres de ciencia, que Caldas pudo persuadir a su nuevo amigo de que viajara por tierra a Cartagena pasando por Popayán, su ciudad natal. Y como el gobernador de Guayaquil era gran amigo suyo, obtuvo por correspondencia permiso para que el doctor Wallis pudiera acompañarlo hasta esa capital. A su turno el médico inglés alojado en casa de su amigo, cayó gravemente enfermo y fue entonces una hermana del sabio Caldas quien lo atendió con la mayor asiduidad y abnegación. Surgió por tal circunstancia un mutuo y natural afecto y poco tiempo después, el médico contrajo matrimonio con la señorita Caldas, continuando el ejercicio de la medicina en Popayán, estimado por todas las clases sociales.

De su matrimonio el doctor Wallis tuvo tres niños, una hembra y dos varones, el mayor de los cuales, ya de dieciocho años, mostraba gran empeño por viajar a Inglaterra. Cupo en suerte al doctor desempeñar un papel por extremo dificil durante la guerra civil, pues Popayán fue ocupada varias veces, alternativamente, por las tropas colombianas y españolas, viéndose obligado a prestar a estas últimas servicios y medicinas gratis. No obstante aseveraba el doctor, la última vez que el general español Calzada se apoderó de la ciudad, ordenó pasarlo por las armas acusándolo de pertenecer al bando republicano y para salvar la vida, tuvo que buscar refugio en casa de un realista a quien recientemente había curado de dolorosa enfermedad. El buen hombre se ingenió para esconderlo durante un mes en un cuartucho oscuro de su casa, a donde le llevaba de comer durante la noche. Relataba el doctor que una noche había oído a alguno de los oficiales españoles allí hospedados, decirle al compañero:

<<¿ “Dónde diablos pudieramos atrapar al endemoniado médico inglés? Nuestro general ha destacado tropas ligeras para batir en su busca toda la región, pero ha tenido que regresar sin poder agarrarlo.

Al fin hemos de dar con el republicano hereje y no tardaremos en ponerlo de cara a la paredón” >> Aquí concluye el relato de Hamilton.

George Wallis nunca fue atrapado por el ejército español, habiendo concluido la guerra de independencia sirvió con gran esmero a sus semejantes en el ejercicio de su profesión y en el estudio de diferentes plantas con las cuales preparaba remedios en su botica personal.

Siempre escuché como tradición familiar el que él hubiera realizado la primera operación cesárea en Popayán (talvez en la Nueva Granada) en la persona de doña Maria Teresa de Mosquera Figueroa y Hurtado, primera esposa de don Santiago Pérez Arroyo y Valencia. Operación que no fue exitosa pues murió en el transcurso del parto y pocos dias después el niño que alcanzó a ser bautizado por la urgencia por doña Vicenta Tenorio tía del Sabio Caldas, siendo sus nombres Juan Ignacio Arroyo y Mosquera.

George Wallis se une a los nombres de Jose Ignacio de Pombo, Santiago Arroyo, y Antonio Arboleda Arrachea, como uno de los más fieles amigos y colaboradores del inmortal Caldas, a quien la madre patria España, reconociendo sus errores en el pasado colocó muy justamente en la inauguración de la casa Caldas en Bogotá una placa que dice:

<<Perpetuo desagravio de la madre España a la memoria del inmortal neogranadino Fco Joseph de Caldas el XXIX de octubre de MDCCCXVI en el aniversario de su muerte>>

George Wallis nació un 15 de noviembre de 1771 en el sur de Inglaterra en la pequeña población de estilo victoriano llamada Tumbridge en el Condado de Kent y murió un 18 de enero de 1828 en Popayán. Los payaneses lo recordaban por sus servicios en tiempos de independencia y con posteridad por que curaba a ricos y pobres sin distingo alguno, según se escribe en su rasgo necrológico. A su hija Rafaelita le obsequió un barco hecho por él en el que le explicaba la geografia y los sitios a los que había viajado. <<Mi hija>>, decía con cierto acento británico en su correcto español; tu padre ha dado varias veces la vuelta al mundo… Siempre quiso explicarle sus antecedentes y cuando la llamaba le decía:

<<Hija mía, cuando te pregunten quién es tu padre….inmediatamente sentía un dolor agudo en su pecho y oprimiéndolo decía,.. Torniquete en el pecho, torniquete en el pecho, vete a jugar que en otra oportunidad te contaré.>> Así pasó la niñez doña Rafaela Wallis Caldas quien sería esposa de Don Manuel de Jesús Quijano y Ordoñez de Lara, siempre lamentó el no haber sido más inquisitiva respecto a su historia familiar de la que la historia oral, no probada documentalmente, nos dice que sus abuelos se llamaban John y Fanny Wallis. Para quienes amamos la historia y la genealogía nos queda la inquietud de viajar algún día a la hermosa región de Tunbridge en el condado de Kent, donde reposan seguramente sus partidas de bautismo y algunos otros datos que nos permitan conocer mejor al súbdito de la corona británica que un día se enamoró de Baltasara y de Popayán.

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